El balón, principal protagonista.

Sin agravios comparativos con el estilo de los blaugranas, la Unión Deportiva intenta, bajo cualquier precepto, sacar el balón en raso desde la portería. Olvidados los balones largos de años anteriores y propios de la categoría de plata, los centrales deben situarse en las proximidades del área; a su vez, los laterales se transforman en extremos y el aporte ofensivo es ejecutado, prácticamente, por toda la plantilla, ya que los mediocampistas irrumpen por el centro de la zaga visitante y los delanteros se alternan con éstos para descolocar a sus rivales. La verticalidad en los últimos metros resulta determinante y un serio peligro para el equipo que tiene enfrente.

Las virtudes del planteamiento son múltiples, ya que el desgaste del contrario es amplio al no contar, durante muchos minutos, con la posesión. Pero hay dos aspectos que desentonan en esta filosofía de juego. Primero, Las Palmas no ejecuta con velocidad los contragolpes y su juego de ataque suele diluirse en la zona media si el contrincante juega defensivamente; y en segundo lugar, el desgaste físico exigido para presionar, defender y atacar deja sin baterías a los jugadores a partir de los 70 minutos de juego. Todo un hándicap en los momentos finales si el resultado es ajustado.
Al margen del estilo, que sin lugar a dudas convence a los parroquianos del estadio de Gran Canaria, en las tres jornadas se ha visto la cara y cruz en el equipo. En el aspecto positivo, destacan las individualidades que Lobera desea convertir en un todo global. Tres nombres propios en la parcela ofensiva brillan con luz propia: Nauzet Alemán, Vitolo y Momo. Y en el medio destaca Javi Castellano, un futbolista capaz de recuperar la pelota sin hacer faltas (sólo vio diez amarillas en 40 partidos).

Análisis de Diego Félix, redactor del Diario AS en Las Palmas
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