lunes, 15 de junio de 2009

Cisma en el fútbol femenino

El País se hace eco en su edición nacional de la pantomima de la RFEF

Las jugadoras del Rayo debaten sobre el tema ante las cámaras de El País
Foto: L. Sevillano
Amaya Iríbar (El País)
La idea era bonita y ambiciosa. Crear una nueva competición en la que estuvieran los grandes equipos masculinos, esos que sólo con nombrarlos atraen publicidad, triplicar el número de licencias en tres años, extender este deporte a todas las comunidades, fortalecer el fútbol base y, de paso, lograr una subvención por fomentar el deporte femenino. El rechazo ha sido casi unánime. Han aparecido pancartas de protesta en el campo de juego y más de 200 jugadoras de la Superliga -la Primera femenina-, se han quejado por escrito del formato, ideado con mimo por el seleccionador, Ignacio Quereda, y que empieza el próximo 6 de septiembre.

La Superliga la disputan 16 equipos. La idea es ampliarla este año con ocho más, que han aceptado la invitación federativa. Se trata de Sevilla, Valladolid, Nàstic, Murcia, Las Palmas, Eibar, Real Jaén y Cacereño. En lugar de jugar todos contra todos, los equipos se dividirán en grupos geográficos aún por decidir. Además, los dos primeros años ningún club descendería y se podrían apuntar nuevos equipos (nadie quiere cerrar la puerta al Real Madrid, dicen algunos). El Barça, el Atlético de Madrid y el Athletic ya están en la competición.

"El nivel bajará y volveremos a ver partidos de 20 a 0", pronostica Manolo Almécija, responsable del Levante, uno de los grandes de la Liga. Como el Rayo Vallecano, que acaba de ganarla por primera vez, el Espanyol o el Athletic. Todos cuentan con escuelas. El principal lamento es, pues, deportivo. "Nos costó mucho hacer una Liga competitiva para jugar ahora una pachanga", resume Sandra Vilanova, una veterana del Levante y la selección.

Los clubes también se quejan de que se les ha consultado cuando ya no hay margen y dudan del nivel de los recién llegados. Entre éstos los hay que juegan en categorías inferiores, los que han creado un equipo y los que lo han inventado. El Valencia, por ejemplo, ha llegado a un acuerdo con el Colegio Alemán (antepenúltimo este año), que ahora vestirá su equipación. A las pruebas de la futura escuela se han apuntado ya centenares de niñas.

Es un buen dato porque el objetivo de la federación es popularizar este deporte. Por eso, aunque ha empezado por la Superliga, este mismo año creará una categoría sub 12 y en los siguientes habrá sub 16 y sub 19. En la 2011-2012, cuando se complete el plan, cuentan con tener 50.000 licencias (ahora hay poco más de 18.000). Las jugadoras son vocacionales. Muchas empezaron en el patio del colegio, en equipos masculinos o montando el suyo. La mayoría de las de la Superliga cobra por jugar, entre 300 euros y 2.000 euros mensuales, según distintas fuentes. No hay lujos. Algunas trabajan. "Puedes vivir el día a día", dice Natalia, la goleadora del Rayo; "además, cobrar es un avance". "Lo que está claro es que las que estamos aquí no lo hacemos por dinero", añade Vanessa, que dejó Sevilla por el Rayo. Un fichaje, que también existen. El club le paga el piso donde vive con otras compañeras.

Sólo las mejores consiguen emigrar. Como Laura del Río, hoy en una Liga de EE UU y que sueña con dar el salto al Liga profesional creada este año. "Hay buen nivel, pero no lo sabemos vender", dice desde un pueblo de Indiana; "la Liga en la que juego tampoco tiene muchos espectadores, pero tiene patrocinadores". En España es casi imposible, más aún con la crisis. "Nos tenemos que buscar la vida", reconoce Almécija. En la federación tampoco han convencido por ahora a ninguna firma para su proyecto.

El mejor equipo de la temporada se entrena en el campo Alberto García de Vallecas a las ocho de la tarde. Hasta esa hora lo ocupan las niñas de la escuela. "Lo que hay que conseguir es que a la gente le guste esto, como les enganchó en su día Arantxa Sánchez Vicario", defiende su entrenador, Pedro Martínez Losa. Con cuatro temporadas en el equipo, cuando empezó no tenía preparador físico y el equipo vagaba a mitad de tabla. Hoy es campeón y, aunque ayer perdió la posibilidad del doblete al caer en semifinales de la Copa de la Reina con el Espanyol, jugará la próxima Champions. Ésa es su receta: "Aquí había un equipo y ahora hay 100 niñas y la gente responde". Como en Bilbao, probablemente la ciudad con más afición. En 2003 unos 35.000 espectadores vieron en San Mamés el último partido de Liga. La federación parece ir por otro lado.

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